Dado el ritmo de cambio en la educación superior hoy en día, no debería sorprendernos que los colegios y universidades estén invirtiendo en laboratorios de investigación y desarrollo dedicados a la innovación académica y de modelos de negocios. Hecho bien, estos laboratorios tienen el potencial de transformar las culturas institucionales. Pero invertir en la innovación como función organizativa no será mucho, a menos que los líderes encargados de impulsar la innovación sean capaces de prosperar.
En una reciente conferencia dirigida a líderes de la innovación académica llamada Harvesting Academic Innovation for Learners (HAIL) Storm, un grupo de unos 30 de nosotros de diversas instituciones y orígenes participó en un animado debate sobre la forma en que abordamos este trabajo y qué consejo daríamos a colegas nuevos en este rol o interesados en aprender más sobre lo que hacemos y cómo lo hacemos.
Inspirados en el influyente libro de Stephen Covey, The 7 Habits of Highly Effective People, nos preguntamos si no hay siete hábitos que poseemos -o debamos poseer- que nos permitan tener éxito. Aquí está una instantánea de lo que surgió:
Hábito 1: Desarrollar una visión intraempresarial
Siempre comience con la visión: ¿quién es usted y qué está tratando de lograr el día a día? Recuerde, los innovadores no son oportunistas del mercado. Nuestras instituciones tienen misiones. Representamos esas misiones y tenemos la piel en el juego para impulsar esas misiones. Y así, empujamos límites y tomamos riesgos pero nunca como ejecutantes a solas. Más bien, actuamos como socios y compañeros de confianza a todos los que servimos. Empujamos los límites, pero nunca superamos a nuestros colegas. Somos provocativos pero también constructivos. Evitamos crear crisis, pero no tenemos reparo en encontrar oportunidades en crisis, aunque eso signifique desafiar el status quo.
Hábito 2: Hacer llover
Al mismo tiempo, los innovadores son rainmakers. Realizamos magia. Examinamos el horizonte para lo que sigue y estamos en constante búsqueda del cambio. Valoramos las ideas para su viabilidad y potencial de mercado y no tenemos miedo de buscar oportunidades en lugares nuevos e inusuales. También somos económicamente alfabetizados. Balanceamos los presupuestos, controlamos la línea de fondo y administramos nuestros recursos, todos con un ojo hacia el futuro.
Hábito 3: Practicar el edificio exaptivo y el pensamiento transdisciplinario
Los innovadores saben que nuestro trabajo es de naturaleza evolutiva y que somos pensadores evolucionistas. Estudiamos los comportamientos individuales y organizacionales con el fin de identificar las tendencias, las lagunas y los defectos en la búsqueda del cambio. Al mismo tiempo, nuestros impulsos no son erráticos. Podemos hacer pivotar o pausar dependiendo de la necesidad, y trabajar duro para incorporar tanto los buenos instintos, pero también la comprensión. Somos transdisciplinarios hasta el núcleo. Para crear las condiciones para nuevas ideas y para construir nuevas cosas, somos necesariamente "expertos generalistas". Debemos ser educadores, administradores, narradores y científicos, a la vez.
Hábito 4: Buscar oportunidades para la convocatoria inclusiva aprovechando la inteligencia emocional
Los innovadores son alimentados por una diversidad de ideas. Valoramos las perspectivas competitivas ya menudo contradictorias. Nos rodeamos intencionalmente de gente que desafía -no solo complementa- nuestros esfuerzos. En ese sentido, incorporamos características como la empatía, el trabajo en equipo y la colaboración. Tampoco somos constructores de imperio, sino más bien diplomáticos, siempre dispuestos a trabajar detrás del escenario (incluso con escaso reconocimiento) siempre que las ideas mismas se arraigan, el cambio suceda y una visión colectiva del futuro gobierne el día.
Hábito 5: Ser un pensador de sistemas
Los innovadores son programadores en el corazón. Sembramos ideas y ayudamos a llevarlas a la vida, pero nunca sin un ojo hacia todo lo que se necesita para llevar la visión a la ejecución. En todo lo que hacemos, tomamos tiempo para considerar las necesidades y los requisitos. Identificamos las dependencias y suposiciones. Practicamos modelos mentales basados en una visión pragmática del cambio.
Hábito 6: perseguir implacablemente el contexto
Los innovadores son profesionales de la investigación. Exploramos nuevas ideas para aplicarlas en la vida real. Para ello, leemos constantemente y lo digemos todo para practicar la sensación, ayudando a identificar las señales en el ruido. También afirmamos la necesidad del sentido común, reconociendo que las nuevas ideas rara vez son originales y el impulso no es rival para la experiencia. Valoramos la previsión y aplicamos los modelos y metodologías necesarios para construir escenarios y artefactos que informen el cambio.
Hábito 7: Prosperar en el gris
Al final del día, los innovadores nadan en matices. Nos sentimos cómodos con la ambigüedad -de hecho, prosperamos en ella- y somos adaptables al cambio. Las respuestas fáciles siempre son recibidas con sospecha y solución viene después de la experimentación y el juego.
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