Si el conocimiento es poder, los científicos deberían poder influir fácilmente en el comportamiento de los demás y en los acontecimientos mundiales. Los investigadores pasan toda su carrera descubriendo nuevos conocimientos, desde una sola célula hasta el ser humano completo, desde un átomo hasta el universo.
Cuestiones como el cambio climático ilustran que los científicos, incluso si cuentan con una evidencia abrumadora, a veces son incapaces de cambiar de opinión o motivar la acción. Según una encuesta del Centro de Investigación Pew 2015, las personas en los EE. UU., Uno de los países que más emisiones de carbono emiten, estuvieron entre las menos preocupadas por el impacto potencial del cambio climático. ¿Por qué hay tantos estadounidenses indiferentes a esta amenaza global? El profesor de la Universidad de Yale Dan M. Kahan y sus colegas informaron en Nature Climate Change que las personas con los "más altos niveles de conocimiento científico y capacidad de razonamiento técnico no eran las más preocupadas por el cambio climático".
Para muchos, el conocimiento sobre el mundo natural es reemplazado por creencias personales. La sabiduría a través de las divisiones políticas y disciplinarias es necesaria para ayudar a cerrar esta brecha. Aquí es donde las instituciones de educación superior pueden proporcionar un soporte vital. Educar a los ciudadanos del mundo es uno de los cargos más importantes para las universidades, y la mejor manera de trascender la ideología es enseñarles a nuestros estudiantes, independientemente de sus especializaciones, a pensar como científicos. Desde la historia estadounidense hasta los estudios urbanos, tenemos la obligación de desafiarlos a que sean curiosos sobre el mundo, sopesen la calidad y la objetividad de los datos que se les presentan y cambien de opinión cuando se enfrenten con pruebas contrarias