Motivación, constancia y organización son tres de las principales cualidades que deben tener los estudiantes que cursan formaciones en línea
Ricardo Arrate es, no necesariamente por este orden, sargento de la Policía Local de Collado Villalba (Madrid), graduado en Criminología por la Universidad a Distancia de Madrid (Udima) y estudiante del máster oficial online en Análisis y Prevención del Crimen de la Universidad Miguel Hernández de Elche (Alicante). Su faceta de alumno en línea ha ayudado a este padre de familia de 53 años a planificarse mejor. “Estudio por las noches, cuando en mi casa todos duermen”. Y a descubrir tiempos muertos en los que ni pensaba, que llena de lectura de apuntes o escucha de podcasts. “Leo mientras espero a que mi hija salga del colegio, y cuando corro, en vez de oír música, me pongo la clase en el móvil”, explica. La mala noticia (o no, según se mire): que requiere “constancia y organización”, avisa Arrate. “Hay que crear el hábito y estudiar todos los días”, aconseja. La buena es que, con la motivación adecuada y una buena propuesta formativa que acompañe y no deje caer cuando amenaza el desánimo o el agobio, la enseñanza online no debería resultar sustancialmente más complicada que la presencial.
“Te tienes que conocer a ti mismo”, incide en la idea Josu Ahedo, vicerrector de Estudiantes de Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), que advierte de que el modo online implica estudiar “de una forma diferente a como estamos acostumbrados” y requiere de “otro tipo de estrategias, no tanto de memorización como de comprensión de conceptos fundamentales”. Eso y aprender a optimizar el tiempo como nunca —la sala de espera de la consulta del médico, el tren, el metro— ayudan, resalta, al desarrollo personal. Según Guitert, “quien aborda una formación en línea ha de ser dinámico, flexible, práctico y muy participativo; el proceso permite mucha colaboración e interacción social, gracias al potencial de las tecnologías”, con las que se puede trabajar de forma asíncrona y aprender de manera “ubicua, deslocalizada, en la Red y con la Red”, enumera.
Martin Boehm, decano de IE Business School, cree que todos los alumnos están preparados para la enseñanza online y que optar por ella o no es una cuestión de preferencias y de momentos vitales. Su escuela de negocios ha aumentado un 35% su oferta digital, y sus programas part-time ya lo son en un 80%, todos salvo un MBA; incluso sus cursos especializados, más cortos, ya no tienen parte presencial. “Si me preguntas por las tasas de abandono, hay que diferenciar. No podemos meter en el mismo saco a los MOOC [acrónimo de massive online open courses], donde no pago y me apunto porque el tema me suena interesante, pero luego no lo es tanto, o no me viene bien por fechas, y a una formación en línea de calidad”, expone. Donde se pagan unas tasas, hay un proceso de selección, tutores que acompañan y grupos pequeños donde los compañeros ayudan, resuelven dudas y apoyan.
Buenos docentes
“He sentido más próximos a los profesores en la Udima que cuando estuve en una universidad presencial”, explica Arrate, quien se matriculó en Derecho en la Complutense después de COU. “Nuestros docentes han de responder a las preguntas de los foros en 24 horas como máximo”, certifica Álvaro Porta, gerente de la Universidad a Distancia de Madrid. Otra cosa importante, según subraya, es la evaluación continua, que obliga a los estudiantes a estar conectados, haciendo trabajos y ejercicios, durante todo el semestre; si no, no pueden presentarse al examen. Porta detecta que quienes acaban con éxito esta modalidad formativa suelen estar comprometidos, ser constantes, perseverantes; tienen una alta capacidad para automotivarse y sacrifican su tiempo libre, conectándose en cualquier momento, fines de semana incluidos. Arrate reconoce que lo peor son las mañanas de los sábados: “La familia diciéndome adiós, que nos vamos por ahí, y yo estudiando”.
UNA CLASE, VIRTUAL, PERO UNA CLASE
“Yo he sentido que estaba en una clase, virtual, pero una clase, en la que hacíamos trabajos en grupo y nos llamábamos para resolver dudas”, afirma el sargento Ricardo Arrate. Ayuda el hecho de que las nuevas hornadas de matriculados, él entre ellos, se manejan cada vez mejor en los entornos digitales. Si el ordenador, el smartphone o la tableta son objetos cotidianos, y WhatsApp, Facebook, Skype o Twitter figuran entre las herramientas habituales para comunicarse, trasladar todo esto a un entorno académico, para aprender, no resulta un salto tan grande. El decano de IE Business School, Martin Boehm, observa cómo “la tecnología mejora cada vez más y la experiencia educativa es parecida o incluso superior a la de un programa presencial”.
“Hay que distinguir la educación a distancia de la online, que es la que ofrece UNIR”, matiza Josu Ahedo, que estudió dos carreras en la UNED y reconoce que se sintió solo. “Nosotros, en la UNIR, tenemos una figura fundamental, el tutor personal, que va haciendo un seguimiento al alumno a través de la plataforma: cuándo entra, durante cuánto tiempo, a qué clases y actividades”. Es una figura con la que todas las instituciones consultadas cuentan. Ahedo asegura, y el resto de expertos confirma, que en los entornos de aprendizaje digital el estudiante no se siente tan solo. “Nada de alumno aislado; es un proceso de aprendizaje totalmente colaborativo, con una constante interacción con los elementos de la Red”, según Montse Guitert, de la UOC.
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